martes, enero 10, 2006

¿Cuándo la navidad vale la pena?

De acuerdo lo admito, está un poco atrasado pero se me vino la inspiración ahora, que mas quieren que le haga.... bueno espero que les guste.
Recuerdo que cuando era pequeño en mi casa la navidad era una parafernalia gigantesca... Venían todos los amigos de mis padres, mis tíos y mis primos, y todos juntos esperábamos la llegada de ese viejo rojo y barbón. Llegaba la medianoche y papá nos sacaba a dar una vuelta. Nos invitaba a buscar al viejo pascuero, vivíamos en la salitrera de Maria Elena, y nos llevaba a la empresa la que era adornada con luces y casi parecía un castillo... Nos decían “miren ahí vive el viejo pascuero”, y uno tan pelotudo se lo creía. De regreso siempre había un niño al que le llegaban los regalos antes. Siempre había un auto abierto lleno de paquetes. Y regresábamos a casa, y allí estaban todos esos colores que te traen esperanza. Solo el árbol tenía las luces prendidas. La navidad se transformaba en un especial de navidad de una hora completa de besos, abrazos y sonrisas.

Con el tiempo las cosas se pusieron más complicadas. Una tarde me impresione cuando un amigo me trajera un regalo. El problema era que de todos mis pares nunca nadie había hecho algo así, aunque de pequeño tal vez lo esperé, pero nunca paso nada. Igual que cuando esperé recibir alguna carta del día de San Valentín, me sentía Charlie Brown y apenas tenía 6 años. Bueno nunca he sido muy popular en ese ámbito, no supe nunca elevar un volatín, ni menos hacer un barquito de papel. Una vez un compañero de colegio, por culpa de una lámina me pego una patada en el estomago. Así de doloroso fue cuando me enteré del secreto: me contaron que el viejo pascuero no existía.

Fue uno de mis geniales primos – por eso dicen que la familia no la eliges, te toco Numa–. Un niño gordo, que mientras hablábamos dijo “Más weón que el que cree que el viejo pascuero existe” –el problema era que gordito tenía 10 años más que yo–. Y en ese momento reventó mi burbuja, un sentimiento que sólo se compara al vivido hace poco y ya grandecito –
hay que vivirlo para conocerlo–. Lo que vendría despues era lógico: me empezarían a gustar las mujeres, me vestiría como dictan las modas, daría mi primer beso, iría a mi primera fiesta, ya no podría detener nada, estaba destinado a crecer y poco a poco transformarme en un adulto... Me quede callado un par de días.

Y luego, escuche a mi madre hablando con una apoderada del colegio: “Mauricio esta deprimido, creo que es porque aún cree en el Viejo Pascuero... Mauricio cree aún mucho más que Ricardo”. Mi hermano es sólo un año mayor que yo, pero debo decirlo, siempre fue más despierto y más astuto, pues él era quien descubría los primeros regalos que comencé a encontrar de mis padres.

Era injusto. Aunque las cosas siguen siendo así – quien dijo que el mundo era un lugar justo–. Con el paso de las navidades, las cosas no han cambiado mucho: sólo los adultos han inventado más cosas: las ponderaciones de notas, las cuentas, el rendimiento escolar, el futuro, los condones, los besos y todo lo que te va transformando en adulto y te aleja de esa época donde el fracaso más grande era no recibir esa bicicleta, ese Nintendo que tanto esperaste, porque eso era lo mágico de la navidad, los regalos.

Este año, Santa Claus volvió a mi casa con el gentil auspicio Madelaine, mi sobrina de 4 años. Ya sabe de la existencia de ese viejo barbón que nos hace soñar con tanta cosa y tantos regalos, y claramente con mi sobrina no fue la excepción, le dieron tantos regalos que ni ella sabía con cual jugar primero, desde muñecas hasta una cocina casi de tamaño real... Mientras que a mi ropa, un par de pantalones y unas zapatillas –por nada dicen que la navidad es de los niños–, el punto es que desde que murió mi viejo mis navidades ya dejaron de ser regalos, pues no estaba la plata para comprarlos, pero sin lugar a dudas esas navidades para mi valieron más la pena que los muchos recuerdos que puedo tener de los cientos de regalos que me dieron cuando niño... esa es la navidad que me gusta, esa donde más allá de los regalos está toda mi familia.
De eso se trata la navidad... ¿o no?